No me corten las alas, prefiero muslo.

lunes, 16 de mayo de 2011

Me pasa por preguntar

¿En serio hay que preguntar cada vez que uno va al kiosko si alguien quiere algo? Lo hago, como el buen provecho, pero... ¿Qué onda si tooodos quieren algo? Saco el anotador, empiezo a juntar la plata. Me cansa de pensarlo. Yo, si quiero algo del quiosco, me levanto y voy al quiosko. Te puedo tener en cuenta a los trabajadores de peaje. Pero en una oficina, no querido, sos un pajero.
Entonces pasamos a los pajeros. ¿Qué mueve al pajero? ¿Qué lo apasiona? Creo que es eso, así como mi abuelo vive para encontrar la oferta del día y terminar comprando un balde de 30 kilos de aceitunas aunque se le vayan a pudrir pero que está más barato, en proporción, que el paquete que él necesita de 100 gramos; el pajero se realizar a través del otro. Pero no como un padre que ve a su hijo recibirse. El pajero se siente completo cuando molesta a otro. Cuando encuentra a esa persona activa, alegre; el pajero sabe que su misión está en buscar la manera de borrarle la sonrisa de la cara.
Un simple pedido de tres atados de L&M Light Corto puede lograrlo. Y no tiene cambio.